La frase de este título, la leí en la crónica de sucesos de un crimen que ocurrió por equivocación. Delincuentes entraron en la casa equivocada buscando información sobre otro malandro y mataron a un hombre que no supo dar respuestas, sólo porque sí. Dejan una viuda y muchos sueños y aspiraciones rotos en el dolor.
Quizás debiera escribir un post sobre el concierto de Juanes, la paz, etc. Pero esta crónica narrada por la periodista otorgándole más detalles de lo acostumbrado en este tipo de reseña de crímenes, hace que sienta que el concierto fue un acto banal ante la realidad de esta historia y de la que vive nuestro país en las calles. En las calles de los más pobres debo decir, cuya falta de privilegios parece inmune a revoluciones, tal y como lo fue en repúblicas viejas y ahora en esta nueva.
No hay dónde llamar, dónde acudir cuando la desgracia de la inseguridad, la injusticia tocan la puerta de un hogar humilde. Sólo se encuentran paz y resignación encomendándose a Dios, porque no hay más nadie. Porque no queda otra.
Entretanto, tenemos minutos de silencio por un guerrillero, casi una guerra por su muerte, pero nadie le dará a este humilde venezolano, ni a tantos otros, ningún homenaje por haber tratado de vivir su vida en honestidad.
La realidad si no es un show como que no es real. No cuenta para nada en las alocuciones en cadena ni en los programas de gobierno dominicales, que es dónde pareciera se gobierna por inspiración súbita.